jueves, 15 de diciembre de 2016

Artes visuales de Nicaragua



Rodrigo Peñalba



Nació en León, Nicaragua. En 1925 estudió pintura en Estados Unidos y México. Luego desde 1933 a 1946 estudió en diversas academias de pinturas.
Después de que regresara a Nicaragua, fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes de Nicaragua (1960–1973). Participó en varias exposiciones nacionales e internacionales y en varios concursos. El 3 de junio de 1979. Pasó su infancia y primera adolescencia en León. Hijo de don Pastor Peñalba Argüello, heredó de su padre la vocación y el oficio de pintor. Bachiller del Colegio Centroamérica de Granada, marchó en 1925 a México y Estados Unidos a estudiar pintura. Posteriormente estudió en la Academia de San Fernando de Madrid (1933-1937) en la Academia de San Carlos de México (1937-1939), y en la Regia Scuola di Belle Arti, en Roma (1938-41). Regresó a América en 1946, expuso en Nueva York y Washington en el gran momento inicial de la Escuela de Nueva York y su pintura expresionista y figurativa, fue saludada por la crítica estadounidense. En 1948 fue nombrado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Nicaragua, en Managua, desde la cual a lo largo de dos décadas (1960-1973), amaestró, fundamentó, estimuló y organizó el movimiento pictórico nicaragüense. Es el pionero y el maestro por excelencia de nuestras artes plásticas. Desde 1946 hasta poco antes de su muerte participó en innumerables exposiciones colectivas nacionales e internacionales, dos retrospectivas y varios concursos. Nutrido del arte moderno europeo y mexicano, se propuso explorar y expresar la americanidad y concretar un arte integral (pintura, escultura y arquitectura), iniciando en Nicaragua el muralismo y el materismo y realizando la pintura religiosa colonial y el retrato criollo y burgués de los siglos XVIII y XIX.

 

Fernando Saravia

 
Pintor, Escultor y Docente. Alumno de la Escuela de Bellas Artes desde 1941, bajo la dirección de Genaro Amador Lira, su maestro de escultura. Pasó a ser profesor de la misma y a partir de 1948, junto con Rodrigo Peñalba, formaron a la nueva generación de artistas plásticos nicaragüenses.

Autor de importantes monumentos escultóricos del país, ha expuesto dentro y fuera de Nicaragua desde 1955 cuando participó de una muestra de seis artistas nicaragüenses en la Galería de la Unión Panamericana de Washington, D.C. EUA. Estuvo presente en el Pabellón Centroamericano en la Feria Mundial de Nueva York en 1964 con la escultura Pájaro de Fuego. En 1990 el gobierno de Nicaragua lo distinguió con la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío.
En 1992 Galería Códice organizó una retrospectiva de su obra en homenaje a sus 70 años de vida. En Enero y Febrero de 1997, como homenaje a sus 75 años de vida y 50 de ininterrumpida labor artística, el Instituto Nicaragüense de Cultura le concedió la Medalla a la Excelencia, en oro. CÓDICE y el Banco de la Producción BANPRO editaron el segundo Libro de la Plástica Nicaragüense dedicado a su obra, con textos de Julio Valle Castillo, el cual fue presentado, junto con una exposición de obras recientes, en el Centro Cultural Managua. Esta I Bienal de Pintura Nicaragüense Fundación Ortíz Gurdián también le hizo un reconocimiento especial. La verdadera vocación de Saravia era la de escultor, que le sirvió para forjar a otros artistas como Ernesto Cardenal, Noel Flores, Leoncio Sáenz, Orlando Sobalvarro y Erasmo Moya.

Saravia fue el único pintor fundador de la antigua Escuela Nacional de Bellas Artes. Su legado se mantendrá latente en las próximas generaciones a través de la calidez de su obra.
 

Armando Morales

Nació el 15 de enero de 1927 en Granada, Nicaragua.

Cursa estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Managua bajo la dirección de Rodrigo Peñalba.
En el año 1954, se traslada a Nueva York donde compagina la enseñanza con la práctica de la pintura. Un año más tarde empieza la serie de trece dibujos sobre guerrilleros muertos, terminando cinco años después.
En el año 1957 se le concede una beca el Consejo Americano de Educación y en 1958 la Fundación Guggenheim, en 1962, le becan por la OEA y el Pratt Graphic Art Center de Nueva York.
Desde 1959 participa en innumerables exposiciones internacionales en América y Europa, donde recibió varios premios. En el año 1972 trabaja como profesor de pintura en el Cooper Union de Nueva York, pasando después a ser agregado cultural del Consulado de Nicaragua en esta ciudad. En 1982 se traslada a París y después reside en Costa Rica.

Entre sus obras destacan: Desnudo sentado, 1971, Dos mujeres, una con miedo, 1972-74, Bodegón, ciruela y peras, 1981, Bañistas en la tarde y coche, 1984, Adiós a Sandino, 1985, Selva, 1987, Las bañistas, 1995, etc.

Armando Morales falleció el 16 de noviembre de 2011 en Miami, Florida, Estados Unidos.
 

Grupo praxis

Hace 50 años, en el mes de julio se fundó el Grupo Cultural Praxi, y sacó a la luz pública su Manifiesto. El 23 de agosto el grupo inauguró la Galería Praxis, que constituyó su espacio físico emblemático. He aquí tres breves apuntes para una pequeña memoria.
11. Alejandro Aróstegui y yo nos habíamos conocido en Europa donde coincidimos en muchos aspectos sobre la realidad nicaragüense. Llegados a Nicaragua contactamos a César Izquierdo, pintor guatemalteco residente en el país. Los tres organizamos el núcleo original de Praxis, al que se fueron agregando los otros miembros del grupo: Orlando Sobalvarro, Leonel Vanegas, Leoncio Sáenz, Genaro Lugo, Luis Urbina, Arnoldo Guillén, Michele Najlis, Francisco de Asís Fernández, Róger Pérez de la Rocha y Mario Selva. El manifiesto lo redacté yo, pero fue el resultado de una reflexión y consenso colectivo. Jugó el papel de texto cohesionador y orientador del quehacer artístico y existencial de cada uno de nosotros.
Por primera vez, un grupo cultural toma posición de manera consciente contra los valores dominantes en la cultura oligárquica. Rescataría tres grandes posicionamientos: a) el arte y la cultura artística no son una actividad elitista, sino una manifestación más, particular, de las múltiples manifestaciones del ser humano; los artistas e intelectuales no son entes superiores que conforman una casta “sublime” dentro del conjunto de la sociedad (no nos creíamos ni “torres de Dios” ni “liróforos celestes”). b) el rechazo a esa tara de nuestra cultura oligárquica que es el “notabilismo”.
La casta de los “notables”, esa obsesión por figurar mediante el cumplimiento de códigos y normas que se promueven desde las estructuras de poder; con sus pontífices, sus jerarquías estamentales, sus círculos babeantes y sus mezquindades (los clubs del autobombo, los ninguneos, las maledicencias, las serruchadas de piso, etc.). Y c) En consonancia con nuestro repudio al elitismo, nos interesaba y mucho lo que sucedía en nuestra sociedad y a nuestro pueblo. Queríamos, sin sacrificar la sinceridad y el rigor estético de nuestra creación, sin caer en el didactismo ni en las truculencias de lo que se llamaba “arte comprometido”, participar de las vivencias de nuestro pueblo, buscando la comunicación y la simbiosis entre nuestra sociedad, nuestro pueblo y nuestro arte.
Por eso, si bien el grupo Praxis tiene como eje un movimiento pictórico, fue mucho más que eso. Fue un amplio movimiento cultural antioligárquico que integró diferentes formas y actividades artísticas: poesía, arquitectura, teatro, investigación, enseñanza, promoción y divulgación cultural, y edición de medios culturales. Nuestra galería que fue nuestro espacio físico emblemático, también fue un espacio de socialización de múltiples actores sociales que buscaban una transformación de la sociedad: fundadores del FSLN (por ejemplo, Silvio Mayorga), guerrilleros del FSLN (por ejemplo, Camilo Ortega), militantes del PSN (por ejemplo, Onofre Guevara), y de intelectuales que pensaban y luchaban por el cambio social (por ejemplo, Mario Flores Ortiz, Francisco Brockman, Samuel Barreto, Norma Peñalba, Henry Rivas y otros). Más de uno de los miembros del grupo fue pintor y militante clandestino, o poeta y militante clandestino.
2. El gran aporte del grupo Praxis en la historia de la pintura nicaragüense fue el haberla sacado del provincianismo. Con el insoslayable antecedente de Rodrigo Peñalba y la gigantesca labor de Armando Morales (iniciada un poco antes, realizada esencialmente fuera del país y en buena parte paralela a la actividad de Praxis), Praxis eleva la pintura nacional a un plano de excelencia universal. De la única manera en que una pintura local se universaliza: adquiriendo una identidad propia expresada mediante recursos formales universalmente comprensibles.
En un contexto en que proliferaban los “ismos”, en el grupo no caímos en el error de establecer normas estilísticas ni de asumir la identificación con alguno de los “ismos” imperantes. Siempre se respetaron las escogencias, cambios y opciones estilísticas de cada pintor. Sin embargo, la construcción de un arte que buscaba hurgar dentro de su sociedad y su pueblo, terminó por aproximar estilísticamente a los pintores del grupo con algunos rasgos que les son comunes a todos, o casi todos: la presencia de iconos paisajísticos o iconos histórico–populares; la afición por el uso de aditamentos matéricos y de texturas; la preferencia por la paleta sobria con predominio de colores oscuros, ocres y juegos cromáticos limitados; la tendencia a las definiciones de contraste tanto en la composición como en el color; la presencia de desgarramientos o, por el contrario, de equilibrios obsesivos; el dominio de la expresión subjetiva del autor, por encima de su preocupación “documental” u “objetiva”.
Es así, y en este sentido que Praxis introduce una revolución en la forma de hacer pintura en el país. Representa un hito en la evolución de nuestras formas pictóricas. Y sobre todo, crea un arte pictórico profundamente identitario. Un arte que contribuye a definirnos como una comunidad cultural
3. Algunos señalamientos sobre el funcionamiento del grupo. Uno. Reconocer el liderazgo indiscutible de Alejandro Aróstegui. Sin su entrega y tenacidad difícilmente el grupo hubiera llegado tan lejos. Dos. Mientras funcionó el grupo mantuvo una dinámica interna profundamente democrática. Las decisiones se tomaron colectivamente. Nunca existieron en su seno ni jerarquías ni estamentos. Tres. El trabajo que fue arduo, siempre se compartió y nunca tuvo remuneración.

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